02 noviembre 2010

El arte de olvidar.

Ya no sé que pensar ni que sentir, qué es lo permitido o lo debido, qué puedo cargar y qué no, aunque lo haga por default...
Estas sensaciones de incertidumbre que carcomen poco a poco y día a día, ese querer con tantas fuerzas, con tanto impetu y no tener el valor para aceptarlo, para ni siquiera pensarlo, ese repetir una y otra vez afirmaciones falsas hasta sembrar una idea que desencadene el andar por un camino o mejor dicho una vereda, iluminada sólo por estrellas, intentando decifrarlas cual acertijo y acompañandome solamente por esa constante e inconstante luz de luna.
Dándo tanto cuando se tiene tan poco, amando con todo el corazón desde un remoto y oscuro rincón, enmascarando los deseos más profundos y pensándolos inalcanzables, acostumbrandose al dolor y a la ansiedad, prefiriendo postergar momentos culminantes y consecuentes. Sentimientos tan familiares, ya encariñados y enraizados al ser, permaneciendo en una zona de confort pero en estado latente, todo tan expuesto y revelado, esperando la filtración de luz que enegrezca todo de nuevo o la tan esperada pero inalcanzable fijación.

No me siento ignorante, no desconozco mis pesares, me estan tan presentes, tanto que los sufro y disfruto en cada oportunidad que se me presenta.
Lo pienso, lo pienso todo el tiempo, busco recordarlo con toda y con ninguna nimiedad.
Lo respiro tanto como al oxígeno que llega a mis pulmones.
Lo inhalo pero me cuesta exhalarlo, el rush es incomparable, estados intensos, sensaciones extremas, el bajón inevitable y la tolerancia tan presente.

La creación de memorias falsas, la manipulación de las reales y la idealización de las vividas.
Somos nuestros recuerdos, lo que olvidamos y lo que que decidimos conservar.
Yo lo conservo, como una memoria con valor incalculable, valor que no consivo el momento en que que fue obtenido y merecido.

La que menos tiene y la que mas da, esa soy.

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